He de admitir que llegué un poco tarde al inmenso hype que generó el primer Ori. Soy una persona a la que, de siempre, le han gustado mucho los metroidvania, pero me he sentido un poco abrumado por la cantidad de títulos del género que ha generado la escena indie. Cuando por fin probé Ori and the Blind Forest mi respuesta inicial fue “Ay, qué bonito”, para después transformarse en “Ah, ¿esto es todo?”. No me malentendáis, no creo que sea un mal título, pero tampoco me pareció rompedor más allá de su estética. Cuando me dijeron que su secuela estaba disponible para probar en la Madrid Games Week, me acerqué un poco a regañadientes, pero salí muy, muy contento. Ori and the Will of the Wisps es una experiencia verdaderamente placentera.
Si hacemos algo de memoria, recordaremos el tráiler con el que se presentó el juego durante el pasado E3. Éste era igual de bonito visualmente que su predecesor, pero algo parecía haber cambiado, y es un añadido que mejora la fórmula infinitamente. Veréis, Ori and the Will of the Wisps coge todo lo bueno del primer título y le añade un una fluidez prácticamente musical. El movimiento la piedra angular de esta nueva entrega, y eso se nota en todos y cada uno de sus apartados jugables.
Seamos sinceros, el combate del primer título no era gran cosa, e incluso parecía algo divorciado del resto de nuestras acciones. En esta secuela, todo fluye con la misma agilidad, haciendo que todos nuestros movimientos se sientan naturales y puedan ser encadenados con una suavidad pasmosa. Este título quiere que dejemos de ver nuestros comandos como elementos aislados, fusionando todo en algo que puede definirse como un baile. Ori and the Will of the Wisps busca que nos sintamos como parte del aire que nos rodea.
Eso sí, un metroidvania no es tal sin un diseño de niveles a la altura, y lo que pude probar de este título me dejó muy buen sabor de boca. Siendo fan del género desde la época de la PlayStation 1 (a Super Metroid llegué tarde), creo haber visto tanto lo mejor como lo peor que puede ofrecer el género. En este caso parece que estemos más cerca del primer extremo que del segundo. Pareciéndose un poco a Sekiro, los niveles están hechos para convertirse en un patio de recreo para nuestras opciones de movimiento. Todo está optimizado para que podamos sacar el mayor provecho a encadenar nuestros poderes para, así, desplazarnos de una manera ágil y fluida. Además de eso, los poderes que vayamos obteniendo nos permitirán malear, hasta cierto punto, nuestros entornos, haciendo que obtener uno cambie completamente nuestra perspectiva.
El nuevo Ori no se contenta con hacer lo mismo que su precuela, sino que viene a expandir sus bases y refinar hasta el más mínimo de sus apartados. No me cabe duda de que va a ser una referencia a tener en cuenta para los metroidvanias de los próximos años.