Moviendo las fichas
El juego nos plantea dos niveles de juego. Es decir, primero tenemos un mapa geopolítico estratégico donde se nos muestra la división de zonas en conflicto. Las zonas ocupadas por las tropas soviéticas estarán en rojo y las de la OTAN en azul. En estas zonas podemos proceder a desplegar los diferentes ejércitos de los que en ese momento dispongamos y moverlos a cualquiera de las zonas adyacentes a su posición, tanto para avanzar hacia un determinado frente o para directamente tratar de conquista una nueva zona de terreno. A este nivel, las cosas pasa cada veinticuatro horas. Además, se nos permite dar una orden a cada una de nuestras divisiones que se llevará a cabo durante este día (recordando a los grandes juegos clásicos de estrategia por turno).
Si en el transcurso de esas veinticuatro horas nuestros ejércitos coinciden con los del enemigo, comenzará la batalla. En este punto pasamos al teatro de batalla en sí. Es aquí cuando el juego nos lleva a una visión más cercana de la región en conflicto, la cual se encontrará dividida por sectores y donde uno o varios de estos sectores estarán disponibles para desplegar las tropas tanto propias como enemigas; además de que la cantidad de las mismas dependerá de varios factores, pues a medida que los ejércitos se van desplazando, luchan, vencen o son derrotados, ven modificado sus características de moral e iniciativa. Cuanto mayores sean ambas, más unidades podremos desplegar para la batalla.
Una de las novedades más interesantes de Wargame: Airland Battle es que no nos encontramos ante el típico juego estrategia donde se mezcla la microgestión de recursos junto con la creación de tropas. En este caso, cuando entramos en conflicto directo contra el enemigo, es una batalla entre dos ejércitos con una cantidad de tropas y equipamiento limitado.
El despliegue inicial no nos permite poner en juego todas las unidades de dicho ejercito (aunque en el modo solitario, el ordenador parece ser capaz de sacar mucho mejor partido a los puntos de despliegue que nosotros), pero a medida que va desarrollándose la batalla, se nos van dando puntos de despliegue adicionales para poder llamar a refuerzo (que simplemente equivale a poner sobre el tablero tropas que se encontraban en la reserva). Si queremos desplegar más rápidamente, deberemos controlar los diferentes sectores del mapa en conflicto; cuantos más controlemos, más puntos recibiremos, aunque al extender nuestro control también nos vemos obligados a defender más terreno y a dividir nuestras contadas tropas, por lo que debemos lograr un equilibrio entre terreno controlado, unidades necesarias para dicho control y defensa del mismo.
Además, el juego establece que solo es posible desplegar tropas en determinados sectores, con lo que estos se convierten en un objetivo estratégico muy importante que deberemos arrebatar al enemigo si queremos evitar que siga desplegando unidades.
El juego plantea multitud de posibilidades estratégicas realmente interesantes, simplemente por el hecho de que la victoria no se logra únicamente aniquilando las fuerza enemigas (aunque esta es una de las posibilidades).
También es viable vencer si simplemente te limitas a destruir las unidades comandante del enemigo, ya que de esta manera el enemigo carece de la capacidad de transmitir ordenes a las tropas (permitiéndonos aplicar la táctica de que toda serpiente deja de ser peligrosa si se le corta la cabeza). El juego, además, determina un objetivo de puntos que se obtienen a medida que eliminas fuerzas enemigas, de manera que al llegar a esa puntuación la batalla termina dando la victoria al bando que alcanza dicho objetivo primero.