El año pasado, Baroque Decay se daba a conocer con El Conde Lucanor. Una obra de carácter nacional corta pero con muchísima fuerza, gracias a los secretos y misterios que ocultaba en su mundo. El juego aterrizó de forma tímida en Steam, pero su reconocimiento lo ha llevado hasta Nintendo Switch, donde hemos tenido la oportunidad de probarlo.
El Conde Lucanor parte de una premisa muy sencilla. Un título de contrastes y misterios que se hace con el jugador sin que el mismo se dé cuenta. Su historia está protagonizada por Hans, un chico que al cumplir diez años se encuentra con que su familia no puede permitirse ni un simple dulce para celebrarlo. Cansado de vivir en esas condiciones sale a la aventura por su propio pie, en busca de fama y fortuna. Sus pasos le acabarán llevando hasta el tenebroso castillo del Conde Lucanor, donde dispondrá de toda una noche para adivinar el nombre del duende que lo habita, ya que conseguirlo lo convertiría en el legítimo heredero del mismísimo Conde.
Aunque su argumento per se puede pecar de ser un tanto simple, desde Baroque Decay saben como jugar con las herramientas de las que disponen. La obra juega siempre con el ‘quizás’, con el encontrarte en una encrucijada sin que ninguno de los caminos parezca más correcto que el resto. La decisión siempre se deja en manos del jugador, quien debe obrar sin conocer los resultados de dicha elección. Junto a esto se encuentra un constante choque entre el mundo en sí y la visión del joven Hans. Es algo que pasa desapercibido porque se trata con una naturalidad innata, pero Hans aplica el mismo filtro para todo y pese a encontrarse en un castillo repleto de trampas y abominaciones nunca pierde su visión inocente. Es un aire que aleja al título del más puro horror y lo sitúa antes en una suerte de aventura de cuento, como si los peligros que se esconden en sus sombras no fueran más que simples contratiempos. Pese a ello su ambiente se asegura de que, mientras estés a sus mandos, no puedas sentirte nunca cómodo del todo.
En lo técnico y mecánico, El Conde Lucanor se ajusta a otros títulos como los de la saga Yomawari. Su dirección de arte es simple pero contundente, utiliza el más puro pixel art para construir un mundo creíble y funcional y nunca olvida las características de su protagonista. Hans es tan solo un niño pequeño y el juego lo escenifica privándonos de la capacidad de correr o saltar. Lo único que podemos hacer es utilizar velas para iluminar el camino, escondernos de los monstruos que rondan el castillo y utilizar nuestro ingenio para resolver los constantes acertijos que aparecen en el mismo. Para ello es necesario entrar en su juego, ese que obliga a investigar y experimentar con diferentes decisiones, y dejarse llevar por su magia.
Pese a todo, su mundo tampoco exige que el niño cuente con unas habilidades excepcionales, si no que se adapta a las que dispone. El reto suele ser mínimo y acostumbra a reducirse a resolver pequeños rompecabezas mientras esquivamos trampas estáticas colocadas en suelo y paredes o hacer uso del ingenio para superar sus desafíos — que no van más lejos de obtener un objeto en un punto para utilizarlo en otro. Los enemigos, por su lado, se encargarán de poner las cosas más difíciles, arrastrando incluso, en algunos casos, al personaje de forma irremediable a su rango de ataque. Es algo a tener en cuenta porque la muerte nos llevará al último guardado que hayamos realizado y estos requieren de una moneda de oro para ser efectivos.
Con todo, esta versión de Nintendo Switch acarrea algunos problemas que no existían en su lanzamiento original. Son errores que pueden ser solventados mediante parches y no arruinan la experiencia pero se convierten en grandes obstáculos en ciertos puntos del juego. El más notable aparece la primera vez que llegamos al final del juego, donde se lanza un error inesperado que lo cierra por completo. También existen algunas zonas de inestabilidad en cuanto a su tasa de imágenes por segundo.
En lo general, El Conde Lucanor es una de las grandes propuestas dentro de este panorama indie que se está convirtiendo en la base de la consola. Es un título rodeado de un aire de misterio que consigue sorprender al jugador una y otra vez sin que este lo vea a venir. Es una obra corta, que apenas sobrepasa las cuatro horas de duración, pero que invita a revivir la experiencia por el hecho de descubrir los resultados a los que llevan las diferentes decisiones. Además, el castillo cuenta con un piso adicional que explorar. No ofrece retos nuevos pero sirve para complementar el lore del juego. En definitiva, El Conde Lucanor es más que la suma de sus partes y ofrece una aventura capaz de compensar sus carencias para convertirse en un título imprescindible.