La Columbia de los necios

La saga Bioshock hizo su primera aparición en el verano de 2007, y lo hizo con una propuesta diferente dentro de los juegos de acción en primera persona, o FPS como les gusta que les llamen. 

Desde ese momento, la saga sufrió un cambio con cada entrega que salía nueva. Así, tal y como se anunció Bioshock 2 y su fracaso en críticas fuera confirmado por muchos medios, Ken Levine, que se había desinteresado por escribir el guión de la segunda entrega, volvía a la carga para la tercera entrega. Con todo esto y mucho más, llegó Bioshock Infinite, el cual ya analizamos en esta casa hace un tiempo.

Por muchos querido, por muchos odiado, así se podrían definir las críticas, y es que ya se dejó claro desde un principio que esta entrega iba a ser muy diferente, y que íbamos a pasar de sentir la presión de estar bajo una ciudad sumergida, al vértigo que ofrece Columbia, la nueva ciudad que se nos presentaba.

Pero pensaréis que os vengo a hablar de mi opinión del juego y eso está lejos de la realidad. Bioshock Infinite nos ofrece una historia llena de trasfondo social, político y religioso, y verdaderamente eso es lo que quiero ofreceros queridos lectores, mi particular visión sobre los tres conceptos ya nombrados.

Bioshock-Infinite

 

La crítica a una sociedad ciega

El mundo está lleno de gente ciega, por diferentes causas. Llamemoslo política, religión, deporte e incluso otras personas, la causa importa más bien poco.

En nuestros primeros contactos con Columbia, ya avistamos que aunque una ciudad flote no le puede faltar su buena ración de necios, y vemos por todos lados el jolgorio, la alabancia extrema y el derroche por una persona que parece haber cambiado el curso de la historia, alguien llamado El Profeta.

En nuestra llegada a Columbia y nuestro rito de iniciación con su religión, nos damos cuenta de que la gente camina ciega en busca de la salvación que ofrece este ser, el cual, promete haber salvado a la población de la sodoma de abajo, de la gente cotidiana del día, de ti, de mí. Esa gente acude a un grito de batalla de esclavizar a toda aquella persona que esté en contra de la política extremista de El Profeta, que va desde una política basada en una población que siga sus creencias a la erradicación de otros colectivos étnicos o políticos que no sean acordes a la viva imagen de esta persona.

Por supuesto, los colectivos que no puedan subsistir por motivos económicos, están fuera de lugar en Columbia. A medida que avanzamos, nos damos cuenta de que no toda la población es feliz con la política de El Profeta, y podemos encontrar mendigos, gente pobre y de otras etnias viviendo en la miseria; eso sí, con la protección de un grupo llamado Vox Populi, que quiere impartir ideas totalmente diferentes a las dichas anteriormente en estas líneas, aunque también de una forma extremista, lo que tampoco está bien, ni mucho menos.

Es ahí, en el extremismo desde dos puntos de vista, donde Bioshock Infinite crítica duramente que la gente sea tan ciega de seguir a dos colectivos extremistas, cuando lo verdaderamente razonable sería unirse y formar una ciudad llena de armonía y prosperidad.

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 Política de mentira

Cuando empezamos el juego, o más bien, cuando estamos en Columbia, empezamos a observar que la política aparte de basarse en una unidad religiosa, también se basa en personajes reales que han existido en nuestro tiempo. Grandes figuras de nuestra historia, que con sus actos, hicieron cambiar el rumbo de la historia americana.

Echando a un lado el tema patriótico y nacionalista con el que se nos presenta Columbia, podemos observar casi al pisar la ciudad flotante, tres estatuas, cada una con un personaje de la historia americana.

El primero de estos personajes es George Washington, uno de los presidentes más famosos de la historia de los Estados Unidos y que tanto ha dado que hablar, ya sea por sus batallas o por sus actos al cargo de presidente de la nación.

Washington era un personaje que se basó en una política luchadora, que quería a toda costa la independencia para todos los americanos y que luchó en muchas batallas y muchos congresos por ella, a pesar de que no fue él quien la firmó. Con ese carácter luchador, y según cuentan poco afable, se representa a George Washington en Bioshock Infinite, siendo el único enemigo que nos pondrá problemas a través de las estatuas mecanizadas que tiene preparadas para nosotros El Profeta, y que, al grito de libertad para el pueblo intentará detenernos y acabar con nosotros.

El segundo de estos personajes es Thomas Jefferson, uno de los padres de la Declaración de la Independencia de Estados Unidos y otro presidente de este país. De él se puede sacar en conclusión para estudiar el juego, la conversación y aprendizaje que tuvo de varias tribus autóctonas en muchos de sus viajes, por lo que se puede sacar en claro que Jefferson era partidario firme de la libertad de cultos en una misma nación.

El tercero, y no por ello menos importante, es el de la figura de Benjamin Franklin, otro de los padres de la Declaración de la Independencia de Estados Unidos. Franklin, aparte de ser un gran inventor y un gran músico, también tuvo una gran importancia en el plano político, donde reiteró en varias ocasiones que el pueblo americano debía unirse para luchar las injusticiasAparte de esta lucha por la libertad, se le puede añadir que siempre fue un personaje que dijo que cualquier extremismo es un error y así lo deja claro en su autobiografía, junto con sus trece virtudes, encontrándose la ya nombrada en la virtud número 9, la moderación.

Este repaso a las tres figuras, determina que El Profeta utiliza dichas imágenes con pos a atraer masas para la construcción de su nuevo imperio, aunque la política social de Washington, Jefferson y Franklin no resalten ni la condena de esclavos, ni la libertad en torno a una religión y mucho menos la discriminación a la gente pobre. En resumen, todo es una mentira creada en torno a tres figuras que no apoyaron la política que lleva a cabo este peculiar ser.

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La religión de los necios

En este punto encontramos el máximo exponente del trasfondo del título de Ken Levine. Él mismo afirma que podría haber sido mucho más crítico con este punto, pero que ciertas conversaciones le dieron una vuelta de tuerca a algunos personajes, para que no fuesen como en un principio se habían estipulado.

En nuestra supervivencia en Columbia todo gira en torno a la religión impuesta por El Profeta, que según dicen trajo la paz y prosperidad a Columbia, y salvó a la población de la auténtica amenaza para el hombre, la sodoma de abajo, que no es otro que el mundo que conocemos.

Constantemente se dice a lo largo del juego que la principal ley que gira en torno a la religión de El Profeta, es la de una visión de futuro donde todos los hombres pudieran vivir en paz y armonía, algo así como lo que viene dictando la religión mundial desde que empezó con su particular negocio. Aquí, esta persona que promulga tal visión de futuro miente en nombre de la libertad, pues ni todo el mundo es tratado igual, ni mucho menos hay libertad de opinión en Columbia. Para ello, sólo hace falta fijarse en temas como el racismo.

La religión de Columbia es la religión de los necios, aquella en la que mucha gente cree pero que no da resultados beneficiosos nada más que para aquel que la promueve. El Profeta (y la población, es decir, el rebaño) dicta una y otra vez que Booker es el Falso Pastor, pero si nos paramos a pensar, el falso pastor no es otro que aquel que traerá la destrucción de Columbia, de hecho el propio Comstock lo afirma en muchas ocasiones, pero ¿quién es el verdadero falso pastor, cuando ambos luchan por un objetivo sin pensar en los demás?

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Columbia no es tan perfecta como parece si uno lo piensa bien, y de hecho, es un calco de la realidad extremista que considera que la libertad está por debajo de tres géneros; la política, los líderes y la religión.

Ken Levine finalizó un juego que si bien como juego ha decepcionado a muchos, como guión ha de ser reconocido como fresco, alternativo y con una carga política, religiosa y social difícil de encontrar en otros títulos del género.

Etiquetas Bioshock InfiniteBookerComstockexplicaciónFranklinJeffersonKen LevineopinionpolíticareligionWashington

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Juanma García

Juanma García

Madrileño de 22 años. Escritor en TecnoSlave y GameReport que busca en los videojuegos algo más que un entretenimiento.

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