En los años noventa, la Super Nintendo gozaba de una salud que perduraba durante una trayectoria bastante larga y tal vez fue el motivo por el que es una de las consolas más queridas por la comunidad. No son pocos los títulos que, abordando una característica puesta en escena – que normalmente se acompañaban con unos escenarios hechos a medida para cada juego -, nos acompañaban en nuestras tardes en las que a hurtadillas nos escabullíamos de estudiar y enchufábamos la consola rápidamente con el temor de ser descubiertos por algún familiar.
A medida que uno iba creciendo, las cosas se complicaban para la consola nipona y caía en el olvido con la esperanza de ser rescatada algún día. Y así fue. El destino hizo que oyera hablar de ‘Demon’s Crest’, título olvidado por un gran número de jugadores y que continúa las aventuras del demonio Firebrand dejando atrás sus apariciones en Game Boy y NES en ‘Gargoyle’s Quest’. Típico plataformas de scroll lateral, con una buena dedicación en el terreno artístico y protagonizado por uno de los enemigos más molestos de ‘Ghouls N’ Ghosts’.
Este experimento de Capcom trajo consigo una bomba que no todo el mundo supo manejar, con ciertos elementos en la jugabilidad que agradaban a unos y disgustaban a unos pocos, pero que en definitiva buscaban la aceptación del público.
Plataforma: SNES
Género: Plataformas
Desarrollador: Capcom
Distribuidor: Capcom
Fecha de lanzamiento: 1 de marzo de 1995
Idioma: Totalmente en inglés
Jugando en el mismo infierno
En el instante que se nos presenta ‘Demon’s Crest’ con su peculiar introducción, nos damos cuenta de que es diferente y posee una particular puesta en escena, singularidad en sus personajes e innovación por los cuatro costados. Su historia gira en torno a seis emblemas mágicos – conocidos comúnmente como crestas -, que según una antigua leyenda otorgarán poder infinito y el control del mundo demoníaco a su poseedor. Tras muchas batallas en una encarnizada guerra por las crestas, Firebrand se hace con el control de cinco de ellas y se disputa con Demon Dragon el último de estos, llevándose Firebrand la victoria pero con severas secuelas físicas que aprovecha su némesis Phalanx para derrotarle y obtener todas las crestas, haciéndose así el amo del universo demoníaco. Cuando Firebrand recupera el sentido, llega a la conclusión de que tendrá que empezar de cero y derrotar a Phalanx en una cruenta batalla en la que no habrá perdón para los errores, pero para ello deberá arrebatar una por una las crestas a los secuaces del poderoso demonio.
En su apartado jugable ofrece unas mecánicas sencillas pero no fáciles de controlar contra los enemigos que nos topemos. Firebrand posee tres habilidades desde el inicio del juego: volar, agarrarse a las superficies con sus garras y, como un verdadero demonio infernal, escupir fuego. A medida que progresemos en nuestra aventura, el personaje irá obteniendo nuevas crestas con las que hacerse más poderoso, que irán desde su transformación física a nuevos elementos para dañar a los tenebrosos enemigos, los cuales darán más de un dolor de cabeza. Debido a esta mejora de habilidades, la escalación de niveles del título se antoja complicada para todo aquel que no esté experimentado en este campo, puesto que nuestros enemigos serán muy complicados según vayamos avanzando en el juego, sin tener piedad de los novatos en el manejo de un plataformas estilo metroidvania. Además, para añadir un plus de dificultad, nos enfrentaremos a jefes finales nacidos del mismo infierno, con ansias de destrucción y sacándonos de quicio en las míticas peleas que disputemos, donde deberemos elegir correctamente una táctica y ciertas habilidades para derrotar a nuestro escollo hacia Phalanx.
Su jugabilidad también denota ciertos elementos que invitan a la exploración. A través de un gran mapa, se nos ofrecerá la posibilidad de visitar cualquiera de las regiones del juego sin necesidad de seguir parámetros. Eso sí, obviamente no seguir una directriz de niveles nos obligará a dejar alguna que otra vez una zona para inmiscuirnos en otra que esté adecuada para nosotros, sin tanta dificultad pero sin olvidar que también nos intentarán hacer la vida imposible. Los otros elementos que encontraremos tanto dentro de los propios niveles como en el mapa principal pasan por ser tiendas de pociones o pergaminos, que nos harán mucho más llevadero nuestro viaje, y las casas de apuestas donde podremos agenciarnos fantásticos premios superando sus nada simples juegos de habilidad.
Demoníacas intenciones
Una de tantas cosas que no se le pueden reprochar a ‘Demon’s Crest’ es su puesta en escena para crear un mundo que rezuma hedor a peligro, a destrucción y unos elementos visuales que están creados por naturaleza muerta, escépticos enemigos e innumerables peligros a tener en cuenta. Desde los primeros minutos de juego, el jugador puede disfrutar de uno de los mejores títulos que gráficamente ha podido dar Super Nintendo, ya bien sea por la genial labor de Tokuro Fujiwara o por la personalidad que desprende cada escenario, cada enemigo y por supuesto nuestro personaje.
Con una estética de ‘Ghouls N’ Ghosts’ que está casi obligado a ejecutar, Tokuro Fujiwara innovo con respecto a sus anteriores juegos en la implantación de un estilo más gótico en la arquitectura del propio juego que se mezclaba perfectamente con el terreno infernal, bizarro y temeroso de los enemigos principales del juego. Con esta variación, supo crear un juego gráficamente rico en el que su oscura paleta de colores, sus tenebrosos escenarios y los enemigos jugaban una mezcla que levantaban pavor entre los jugadores más jóvenes y veteranos.
Su banda sonora compuesta por el excelente Toshihiko Horiyama hace brillar la destreza del autor en crear ambientes diferentes a lo que después haría en su carrera. Las melodías otorgadas a golpe de órgano acompañan todo lo relatado anteriormente: la oscuridad, lo sobrenatural, etcétera.
En otro terreno, ‘Demon’s Crest’ también resulta diferente a los demás en el personaje que manejamos. Firebrand parece un típico personaje más que añora un cambio para llevar el lugar donde vive en un sitio mejor y más acogedor, pero eso queda lejos para las verdaderas intenciones de uno de nuestros némesis en la saga Ghouls; el verdadero motivo por el que quiere las crestas Firebrand pasa por un principio en la venganza ante aquel que estuvo a punto de matarle, pero también podemos observar el ansia de convertirse en un Dios demoníaco y su idea de hacer solo de él mismo un intocable ser superior. Convierte esto al peculiar personaje de la obra en un luchador nato por su supervivencia, sin nadie a quien rendir cuentas y con un peculiar odio por todo lo que le rodea, y le intenta frenar en su camino a la inmortalidad.
Conclusiones
Resulta impensable una vez probado ‘Demon’s Crest’ como Capcom le puso tan poco interés en su campaña de publicidad a un juego que estaba hecho para convencer, satisfacer y, en general, conseguir cosas muy positivas en la industria. Con los años, el título que fracasó en ventas se ha ido posicionando como un juego de culto y probablemente como uno de los más recordados de Super Nintendo dentro de un grupo más experimentado en la consola.
‘Demon’s Crest’ es una oda a la maldad de un ser que deberemos guiar por un camino lleno de baches a los que enfrentarnos, y que, en general, nos supondrá un reto terminar al 100%. No hay duda, es un título digno de catar por todos aquellos interesados en conocer uno de los mejores juegos que ha podido dar Super Nintendo.