El término impresionismo surgió como algo despectivo, como una burla. Este es el nombre que le dio un crítico al movimiento artístico para burlarse de él. Porque Impresión: Sol Naciente era el título del cuadro que los críticos de la época consideraban malo, por lo que llamar impresionismo a todo el movimiento que compartía características con esta obra era considerado un insulto. Los impresionistas, en vez de renegar de ese apelativo que servía para ridiculizarlos, se apropiaron de él. Lo cogieron y lo utilizaron como bandera, como reivindicación de su movimiento.
Algo parecido ha ocurrido con el llamado walking simulator. Esto surgió en 2012, con el lanzamiento de Dear Esther, un título que salió de un mod de Half-Life 2. En Dear Esther no tenías que hacer nada como jugador más que caminar, era la única interacción que podías tener con el juego, andar hacia adelante y hacia atrás. Esto, en su momento, abrió el debate de qué era y qué no era un videojuego. Había quien decía que eran obras como estas, las que experimentaban y hacían cosas nunca antes hechas en un videojuego, las que hacían avanzar al medio. Pero también había un buen puñado de gente diciendo que ahí no había interactividad y que, por tanto, no se podía considerar un videojuego. Y de este segundo bando surgió el término walking simulator. Era un simulador, sí, pero uno de andar, uno de no hacer nada.
Es curioso como este apelativo se ha instaurado como nombre del género hasta el punto de perder todo su connotación negativa. Ahora mismo no existe otro término para referirse a títulos de este estilo. Alguna vez puedes oír algo como first person explorer, pero si vas a la página de Steam de Proteus la primera etiqueta que verás será, de hecho, la de walking simulator, porque se ha asentado como un término que ya forma parte del vocabulario de la industria del videojuego.
A fecha de hoy, en 2018, ya han pasado 6 años desde el lanzamiento de Dear Esther, el momento que se considera la inauguración de este pequeño género de nicho. Entre los grandes nombres de este, se encuentran títulos como Gone Home, Proteus, Firewatch y, si me permitís introducirlo aunque se salga un poco del canon del género, Journey. Y entonces se planta ante nosotros Shape of the World, un título de caminar por la naturaleza que, aunque no pretenda revolucionar el género, si que cuenta con las herramientas para convertirse en una obra de culto.
Lo primero de todo, decir que Shape of the World no es un título narrativo. Si bien existe en el género una vertiente más centrada en contar historias como es en el caso de Thirty Flights of Loving o el ya mencionado Dear Esther, hay otra corriente que apuesta por algo más lírico, poético, que pretende transmitir sensaciones más intimistas, como vemos en Proteus. Shape of the World es parte de esta segunda. Por ello el título lo que hace es transportarnos a un aquí y a un ahora, sin contexto para que disfrutemos de cada momento y de las sensaciones que transmite.
Son precisamente las sensaciones lo que marcan al título. Esto hace que Shape of the World sea una de esas obras cuya valoración se aleja del dichoso análisis objetivo y nos permite más hablar de qué ha sentido cada uno al jugarlo. Todas esta experiencia que es Shape of The World se basa principalmente en un tema: la contemplación.
El título nos suelta en un bosque lleno de colores llamativos, criaturas extrañas y ritmos pausados. Juega mucho con nuestro movimiento para ofrecernos una experiencia calmada en la que no hay nada más que hacer que el puro placer de disfrutar del instante. Durante el título apenas estaremos quietos ni un momento, pero nos moveremos muy despacio, lo suficiente como para hacer que nos demos cuenta de que los árboles y rocas surgen mientras andamos, ofreciéndonos un espectáculo visual de lo más zen.
La calma es una parte muy importante de Shape of the World. Esto es tan simple de ver como que no existe un botón para ejecutar la acción de correr. Pero el movimiento suave al que nos someteremos será constante porque siempre habrá algo que explorar o algún punto al que ir. Además, habrá momentos en los que el movimiento se verá alterado, causando una satisfactoria sensación como en los momentos en los que subes por unas plataformas que te transportarán más rápido, casi como levitando sobre ellas, o los momentos en el que el título nos hace flotar.Estamos ante una obra confusa y poética. Durante un buen puñado de momentos no tendremos claro si lo que está ocurriendo en pantalla es culpa de un error o simplemente estaba programado de esa manera para causar esa sensación de psicodelia tan característica del título. Los animales con los que nos topemos reaccionarán de maneras extrañas e inesperadas y la distancia de dibujado hará de las suyas para modificar el espacio conforme nos movemos por él. Es lo que hace que este título se sienta extrañamente entre una delgada línea entre lo extremadamente artificial y lo orgánicamente natural.
Shape of the World tampoco se queda atrás en su apartado sonoro. Quiere que nos fijemos en los sonidos de sus entornos tanto que ni siquiera se escucharán nuestros pasos al andar. La música también juega un papel importante porque tiene ese estilo tan chillwave que evoca una nostalgia parecido a lo que hace Resonance. También tiene la virtud de saber parecer que estamos ante una banda sonora que funciona con música adaptativa, pero no es así, la música siempre es la misma. Lo que pasa es que como el título sabe que en cada instante va a haber un cambio, mete también pequeños cambios en su banda sonora a cada momento para mantener la ilusión de que lo está haciendo gracias a tus acciones.
Shape of the World es un título de disfrutar cada instante, de ir a ver que ocurrirá cuando cruces esos enormes triángulos que aparecen por todo el mapa, de interactuar con cada criatura, de plantar mil árboles e impulsarte sobre ellos para viajar más rápido durante unos segundos. No pretende revolucionar el joven género que es hoy en día el walking wimulator, pero tampoco parece querer hacerlo. Shape of The World solo quiere ser el instante en el que estás con un amigo mirando la puesta de sol y se hace el silencio, y no necesita ser nada más que eso.