Parece mentira lo bien que puede funcionar una idea sencilla, aunque siempre es necesario lograr desarrollarla con la suficiente gracia para que realmente resulte encantadora

The Last Tinker nos presenta un argumento sencillamente encantador, que mirado superficialmente puede parecernos demasiado simplón. Pero debajo de una capa realmente de algodonosa afabilidad, ideal para el público infantil, nos encontramos con cierto tono sombrío realmente interesante para el público más adulto.

Plataformas: PC, MAC, Linux, PS3, Xbox 360

Versión utilizada para el Análisis: PC

Desarrolladora: Mimimi Productions

Distribuidor: Unity Games

Fecha de Lanzamiento: 20 de septiembre del 2013

Género: Beat’em Up, acción, aventuras

Precio: 19,99€

 

 

La última oportunidad de la inspiración

La historia de The Last Tinker nos lleva a un mundo mágico y encantador donde todo se crea gracias al papel, la cola, los colores y, sobre todo, un poquito de imaginación. Bajo esta premisa viajamos a Tinkerworld. Aquí seguiremos las andanzas de nuestro protagonista Koru, el cual es un simpático mono con unas habilidades físicas extraordinarias para poder moverse por este colorido mundo. A su lado va Tap, un encantador carnero de papel, el cual aparte de ser el mejor amigo de nuestro protagonista, en la mayoría de situaciones será él el que lleve la voz cantante en las conversaciones con los habitantes de este mundo. Pues Koru no parece ser muy hablador, casi podríamos llegar a pensar que a pesar de las extraordinarias habilidades que tiene, parece que el habla no es una de ellas.

Pero en este mundo idílico no está funcionando todo como debería, pues parece ser que existen ciertas rencillas entre los habitantes de Tinkerworld. En este mundo de creatividad desbocada existen tres colores primarios: el verde, el rojo y el azul. Si, sé que estos son los colores primarios de la luz y no de los pigmentos (los que se utilizan para colorear cosas físicas), pero los señores de Mimimi Productions (la compañía creadora de The Last Tinker) han considerado que estos resultan mucho más atractivos, especialmente considerando que se trata de un videojuego para verlo en pantalla.

Bueno, pues tras ésta disertación sobre la teoría de los colores, centrémonos en lo que nos interesa, que es la historia. Estos tres colores se representan en el mundo de Tinkerworld por los tres grandes espíritus, los cuales, bajo su auspicio, han dado a los habitantes de este mundo la capacidad de poder crear los colores para dar vida a las creaciones de papel. Pero como siempre, la convivencia poco a poco se va complicando a medida de que cada uno de los habitantes comienza a creer que el color al que pertenecen es mejor que el de los demás. Y esto va provocando la aparición de tensiones que van separando a los antes felices habitantes de este fantástico y colorido mundo. Por supuesto, como ahora están divididos, la producción de los colores se ha visto seriamente reducida, pues es necesaria la colaboración de todos para obtener todos los colores. Por suerte, esto solo sucede en la ciudad de los colores; en el resto del mundo la convivencia es pacífica y tranquila. Quizás solo se ve alterada en momentos puntuales por la actuación de alguna pandilla de alborotadores que lo único que desean es llamar la atención y causar más ruido que verdaderos descalabros.

El problema es que esta disensión causara la llegada de la monocromía, y con ella la desaparición de todos los colores, muy al estilo de la “Nada” en la Historia Interminable de Michael Ende. Pues la monocromía llega para acabar con el mundo de Tinkerworld y con todo lo que en él vive.

Pero, ¿cómo da comienzo todo este estropicio? Pues debido a un insidioso engaño. Además de los tres grandes espíritus, existe un cuarto, el espíritu morado, el cual acude una noche a ayudar a Koru tras haber tenido un desagradable enfrentamiento con los pandilleros del barrio y que estos hiriesen gravemente a su amigo Tap. Morado, pues ese es su nombre (al igual que el espíritu rojo se llama Rojo, el verde, Verde y el azul, Azul) nos convence para que después de salvar a nuestra aborregado amigo para que le ayudemos a restaurar la normalidad en el mundo de Tinkerworld, pues no es normal que los colores estén separados. Como nosotros ya nos hemos dado cuenta de que la cosa no está bien, accedemos encantados, pero cuando llegamos hasta el gran cuadro en la torre del museo, Morado, en vez de arreglar las cosas, va e invoca a la monocromía y entonces es cuando se desata todo este destrozo que pondrá patas arriba todo Tinkerworld. Además, parece que la monocromía ha corrompido a Morado y este se transforma en un aterrador espectro con la poco amistosa intención de mandarnos al olvido dentro del mundo paralelo de los sueños.

Pero Koru no es un simple mono, resulta que es el último de los Tinker (de ahí el nombre del juego). ¿Pero qué son los Tinker? Os preguntaréis. Los Tinker son seres con la extraordinaria capacidad de la inspiración (más o menos aquellos que tienen la imaginación para crear cosas, de nuevo se nota la influencia de la historia de Ende), además de ser capaces de asimilar el poder de los cuatro espíritus de los colores y solo con la ayuda de estos hay alguna posibilidad de poder derrotar a la monocromía.

Por lo que queda claro que, si queremos arreglar todo este fregado, deberemos encontrar a los tres espíritus restantes -Rojo, Verde y Azul- y convencerles de que dejen de mirarse el ombligo (aunque como son espíritus no tienen de estas cosas, pero la metáfora viene al pelo de mono) y nos otorguen su poder junto con su agradable compañía para poder hacer frente a la monocromía y tratar de hacer entrar en razón al díscolo hermano Morado.

Un mundo lleno de color

El apartado gráfico de The Last Tinker nos recuerda a la mayoría de juegos del género de plataformas en 3 dimensiones que empezamos a ver con la llegada de la PS2. Realmente en muchos aspectos el juego me recuerda al maravilloso Jak and Daxter o los clásicos Ratchet & Clank, e incluso la saga Maximo (descendiente directa del clásico Ghosts’n Goblins). Lo más espectacular es que el motor Unity logra mostrar escenarios bastante grandes a alta resolución, aunque con cierta pérdida de rendimiento realmente escandalosa en los momentos de mayor cantidad de objetos, demostrando una falta de optimización completa y exigiendo equipos de elevadas prestaciones para unos gráficos que fácilmente pueden mover las consolas de la anterior generación. Por suerte, esto solo se suele dar en los escenarios de transición, por lo que no resulta dañada la jugabilidad y solo se limita a resultar molesto a la hora de poder apreciar escenarios de gran profundidad de campo.

El diseño de los personajes es atractivo, pero dedicado a un público algo infantil. Sin embargo, el diseño de los enemigos ya es otro cantar, pues a pesar de seguir teniendo cierta naturaleza tierna, también llevan su propia carga de maldad, logrando una mezcla perfecta entre monstruo malvado y adorable peluche para apretujar.

Especialmente es destacable el diseño de Koru, que nos recuerda muchísimo a la leyenda del rey mono (Sun Wukong) aunque un poco modernizado y más acorde con el aspecto que se espera de un adolescente actual.

Como ya he dicho, los escenarios están cuidados y son atractivos. Podemos encontrar desde entornos subterráneos, pasando por regiones montañosas e incluso visitar un impresionante molino semiderruido por el que tendremos que subir haciendo gala de las diestras habilidades equilibristas del protagonista. Todo ello en un mundo colorista que, a medida que va siendo sometido por la monocromía, va volviéndose en blanco y negro. Quizás lo único que no resulta quedar tan bien es el efecto de pintura líquida de la monocromía cuando invade una región. Si es cierto que mantiene el estilo gráfico del juego, pero resulta tan tosco que incluso pierde su gracia, aunque el efecto pegote se logra sin quererlo.